Después de varios años de retraso, debido a la galopante crisis, España por fin empieza a ver despliegues de fibra hasta el hogar (FTTH) capaces de ofrecer velocidades de 100 mbps (que en el futuro podrían multiplicarse por diez, hasta alcanzar incluso el gigabit por segundo). Telefónica y Jazztel han comenzado los despliegues con un acuerdo de coinversión, mientras que Orange y Vodafone han presentado otro proyecto paralelo. ¿Quiere decir esto que todos los españoles veremos un Internet ultrarrápido en los próximos años? Ni mucho menos.
En realidad, la fibra no es un servicio que vaya a llegar a todos los hogares de nuestro país. No es necesario. Las obligaciones de servicio universal no implican nada parecido. Las operadoras que desplieguen fibra hasta el hogar lo harán en zonas ventajosas en las que crean que van a poder rentabilizar los despliegues. Regiones y barrios privilegiados en los que uno se puede plantear que un porcentaje razonable de los habitantes estará dispuesto a gastar dinero en este tipo de servicios avanzados.
Telefónica ha sido pionera en el lanzamiento de fibra óptica y, una vez firmado el pacto con Jazztel, entre ambos cubrirán ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o Málaga. Todas ellas núcleos en los que el caso de negocio es más evidente. Desde Orange y Vodafone aseguran que, en el marco de su propio acuerdo tienen hogares de sobra a los que optar para conseguir alcanzar 6 millones de hogares de aquí a 2017. Pero no está tan claro. En realidad, hasta que el alcance de los despliegues esté más definido parece razonable pensar que los dos grupos de inversores emprenderán una suerte de guerra de banderas para alcanzar los hogares más rentables. Aceptarán a regañadientes quedarse con los edificios “menos buenos” y ni se acercarán a lugares en los que la situación económica, orográfica o demográfica desaconseje la inversión. ¿Cuántos son esos “hogares buenos”? No tantos, al menos una vez que quitamos las ciudades y pueblos claramente desfavorecidos y aquellos en los que la penetración del cable es muy elevada.
Así pues, volveremos a hablar de las dos Españas de la fibra, del mismo modo que ya hablamos de las dos Españas del ADSL. Aunque las diferencias estarán mucho más acentuadas. Por un lado, quienes dispongan de cable o FTTH, por otro, quienes sólo tienen ADSL.
Entre los abonados que tienen ADSL podemos distinguir a quienes tienen bucle desagregado y pueden optar a las ofertas ventajosas de los operadores alternativos con velocidades de hasta 20 megas o más, y a aquellos que sólo pueden tener acceso a la línea revendida de Telefónica a precios ligeramente más baratos que los de la operadora. Caros, en todo caso. Pero son mayoría los primeros. ¿Por qué? Porque era mucho más barato desagregar el bucle. Con una inversión relativamente pequeña en las centrales bastaba para aprovechar toda la red de cobre desplegada de Telefónica en los tiempos de monopolio.
Y con la fibra las cifras son muy distintas. Llevar un cable de fibra óptica hasta un edificio con la esperanza de que los habitantes del mismo contraten el servicio es mucho más caro. Varios órdenes de magnitud más caro. Tirar fibra hasta un edificio y que sólo un hogar o ninguno lo contrate es malo. Hacer lo propio en toda una pequeña ciudad es una pequeña catástrofe. Para el inversor tiene todo el sentido no apostar por localidades en las que mayoritariamente no van a contratar este tipo de servicios.
Aunque hay quien discute las ventajas de la fibra óptica –Pepephone, que acaba de empezar con el negocio del ADSL, insiste en su página web en que para la mayor parte de los usuarios basta con servicio básico–, lo cierto es que va a ser cada vez más importante. Puede que para hogares unifamiliares y poco tecnológicos baste una conexión de 6 o 10 megas, pero para hogares con varios hijos, varios ordenadores, varios móviles y tabletas y el uso de servicios de streaming simultáneos por parte de diversos miembros de la familia, las ventajas de la fibra son evidentes. Y no estarán al alcance de todos los españoles.
Para revertir esta situación existen dos opciones. La primera pasaría por una regulación que obligase a aumentar la velocidad obligatoria que tienen que tener los hogares de las zonas poco rentables. Pero teniendo en cuenta cuál es la actual, de sólo 1 mbps, parece imposible que el regulador se plantee algo así, y menos con fibra. Antes deberíamos ver velocidades de servicio universal de 6 o 10 mbps, y con la opción de que se utilice más de una tecnología. Asimismo, forzar a los operadores a llevar fibra a donde no es rentable no haría más que desalentar cualquier tipo de inversión.
Otra solución, al menos para ciudades pequeñas en las que quizá no sea rentable ir a soluciones de FTTH (en las que a cada hogar le llega un cable de fibra), pasa por utilizar soluciones mixtas. Durante su última conferencia global de analistas en ShenZhen (China), Daniel Tang, responsable del negocio de fibra de Huawei, uno de los mayores suministradores de equipos de las operadoras españolas, explicó a Actualidad Económica que se está trabajando en arquitecturas que permiten adoptar soluciones flexibles.
“En un mismo barrio podemos tener fibra hasta el armario y luego tirar cobre hasta las casas. O fibra hasta el edificio y luego tirar cobre a los hogares. E incluso dar la opción de que hogares con más recursos contraten FTTH individualmente aunque al resto de vecinos sólo les llegue el cobre”, explicó Tang.
El directivo señaló que es, principalmente, un caso de negocio para zonas en las que FTTH no es rentable. “Creo que en España las cosas están mejor”, señaló. Probablemente tenga razón, al menos en lo relativo a las zonas de España en las que dicha inversión ya está prevista. Pero este tipo de soluciones en regiones medianas que sí han tenido un buen ADSL pero se arriesgan a quedarse sin ultra banda ancha podrían ser una opción a tener en cuenta.
Al menos así, en lugar de las dos Españas a las que una vez más parecemos abocados, tendríamos una nueva opción. Una tercera vía que lleve las altas velocidades a quienes puedan pagarlas incluso en zonas en las que poca gente sea capaz de hacerlo.
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